Capítulo 2.2 “Please Recycle”

DESCARGAR PDF

Miguel A. Torres Cruzaley

Quiero hacerla un cuadrado

Deformarla en un triángulo

Pero la vida siempre vuelve 

A su forma circular

-Café Tacvba

Me gusta el fútbol y como mi equipo en liga mexicana tiene varios años siendo una absoluta vergüenza, busco consuelo en los partidos de la Champions League. Desde hace algunas temporadas, al juego lo acompaña, en los anuncios de las bandas, una amable petición de Pepsi: Please Recycle (Por favor recicla). Qué ganas de contestarles: Por favor, dejen de jodernos.

El (cínico) mensaje se inscribe en una corriente cada vez más popular dentro del mundo de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y del greenwashing, como un “esfuerzo” de las grandes industrias y capitales para hacernos creer que están tomando medidas para reducir sus impactos negativos sobre el planeta y quienes lo habitamos: la apropiación de la Economía Circular.

¿Qué es la Economía Circular?

Fue por los años 80 que se empezó a hablar de la Economía Circular como una propuesta alternativa al sistema lineal de producción de la industria capitalista (extracción-transformación-comercialización-consumo-desecho). La idea, simplificada, es pasar a un sistema cíclico, en donde los desechos/residuos puedan reintroducirse al sistema de producción a través de su reciclaje o como nuevas materias primas.

En realidad, el planteamiento de la Economía Circular es mucho más complejo que esto. No se limita a las múltiples R (reducir-reciclar-reutilizar y las que se han ido agregando), sino que aspira a la transformación de los sistemas productivos en ciclos armónicos con el medio ambiente y la sociedad. Esto significaría transitar al uso de energías limpias, reducir significativamente la extracción y uso de recursos naturales, acabar con la obsolescencia programada, reintroducir al sistema un porcentaje significativo de los residuos/desechos, transitar a relaciones solidarias entre quienes participan en las cadenas de valor.

Desde entonces y cada vez más, países y regiones enteras, empresas y universidades han adoptado diferentes planes y estrategias para hacer de la Economía Circular una realidad en la lucha contra la crisis climática. En principio, el planteamiento, lejos de tener algo de malo, debería ser algo deseable. Entonces ¿qué hace dentro de un esfuerzo por visibilizar las soluciones falsas a las crisis civilizatoria y climática?

¿Por qué es una solución falsa?

Al googlear “Economía Circular” para escribir este texto, los primeros tres resultados son de Repsol, el Parlamento Europeo y de BBVA. Ahí hay que empezar a desconfiar. El problema con la Economía Circular no está necesariamente en sus aspiraciones, sino en quiénes la promueven y para qué:

  • Transferencia de la responsabilidad: Volvamos al inicio del texto y a la invitación de Pepsi: Please Recycle. La petición nos la hace una empresa que, por ejemplo, podría decidir no utilizar PET para empacar su producto, pero prefiere apelar a nuestra voluntad de “sumarnos al cambio”. Lo anterior sin considerar que, en primera instancia, una persona no puede “reciclar”, pues la posibilidad de participar de este llamado está sujeta a la existencia de una industria dedicada a ello en su cercanía. Más popular que la Economía Circular es trasladar el sentimiento de culpa y la responsabilidad del problema de quien lo genera a quienes, muchas veces, están -casi- obligadas a consumir sus productos.
  • “No te metas con mi cucu”: Para seguir con el ejemplo de la industria de las bebidas azucaradas, un estudio de Coca-Cola Holanda reveló que para hacer medio litro de refresco se necesitan casi 36 litros de agua. En México, la industria de los alimentos chatarra utiliza 133 mil millones de agua al año (sin entrar a los temas de diabetes, obesidad infantil, higiene dental, desecación de pozos naturales, sequía, destrucción del tejido social comunitario que generan). Si la Economía Circular no se trata solamente de reciclar, las estrategias de este tipo de empresas deberían estar enfocadas en dejar de extraer vorazmente los recursos hídricos de cientos de poblaciones, por ejemplo. Y podríamos revisar diferentes casos en donde industrias de diferentes sectores quieren “solucionarlo” todo, menos el daño que ocasionan.
  • Greenwashing: En el contexto de la COP26, un grupo de activistas digitales y medioambientales lanzaron la plataforma Eco-Bot, como un esfuerzo para poner en evidencia la cantidad de dinero que gastan diferentes empresas (varias de las que se mencionan, por cierto, tienen políticas de Economía Circular) en publicidad engañosa con la que buscan hacernos creer que están haciendo algo por paliar la crisis climática, cuando, en el fondo, sus modelos de negocio están lejos de reflejarlo. Sin duda alguna, cuando los grandes capitales nos hablan de sus esfuerzos por transitar a esquemas de Economía Circular, no es más que gatopardismo: que todo cambie para que no cambie nada.
  • Reciclar ¿para quién?: si bien, en teoría, la Economía Circular significa mucho más que reciclar, muchas de las estrategias de las grandes empresas están centradas en ello y, en principio, podría no estar mal. El problema empieza cuando el propio reciclaje responde a las mismas lógicas e intereses de los grandes capitales. El mercado mundial del reciclaje -valorado en 57 mil millones de dólares– funciona como cualquier otra industria: unos ganan, otros pierden, alguien tiene que lidiar (literalmente) con los residuos de alguien más. Se contaminan los mares para transportar toneladas y toneladas de desechos del país que los genera al que los recicla. Lejos de tener en el centro los beneficios ambientales, interesa en la medida en que resulta económicamente lucrativo: reciclar sus propias botellas reduce costos a Coca-Cola, mientras se generan tremendos daños ambientales. Y todo esto con la mala noticia de que, a pesar de todos los esfuerzos que presumen, en México, por ejemplo, sólo se recicla 30% de los desechos plásticos que se generan. 

¿Y entonces?

Lo dicho, la Economía Circular y lo que busca debería ser algo deseable. El problema es que se ha convertido en un mecanismo de las grandes industrias y capitales para tratar de esconder sus verdaderas estrategias de producción, que seguirán devastando el medio ambiente, continuarán empobreciendo a millones de personas y ampliando las brechas de desigualdad en el mundo. Todo esto, al parecer, porque no les hacemos el favor de reciclar.

Bajo el modelo económico-productivo dominante, la circularidad es una quimera: de acuerdo con economistas ecológicos como Joan Martínez-Alier, sólo 6% de los materiales que se insertan en la economía se reciclan. Esto, en parte porque del total de lo que se inserta, 44% son insumos procesados utilizados para proporcionar energía y, por tanto, no están disponibles para el reciclaje. El resto suelen ser materiales de construcción de larga duración. En este sentido, la economía es cada vez menos circular, por lo que la demanda de más materiales y energía -asociada con el crecimiento económico- necesariamente requiere expandir fronteras extractivas que suelen incurrir en impactos socioecológicos mal distribuidos, para grupos y comunidades humanas y no humanas, en lo que se conoce como zonas de sacrificio.1

Para hablar de circularidad tendríamos que cuestionar los métodos de producción basados en el intercambio, para basarnos en el valor de uso. Solamente aquellas sociedades que construyan nuevas estrategias, como los circuitos económicos solidarios, fundados en principios de suficiencia, y que consideren sus propios límites serán capaces de identificar un equilibrio entre la producción y el consumo, más allá de lo que dicta la ley de intercambio o el mercado. En otras palabras, la circularidad no llegará por decreto, sino que tendría que surgir del diseño colectivo: hablar de Economía Circular sin cuestionar los fundamentos económicos del capitalismo es, sin duda, una estrategia de greenwashing.

Si queremos encontrar verdaderas alternativas al sistema económico-productivo dominante, no hay que buscarlas en las empresas que lo construyeron, lo mantienen, se benefician de él y que ahora nomás lo quieren pintar de verde. Hay que poner atención a los esfuerzos organizativos que cuestionan a profundidad ese sistema y que lo quieren transformar radicalmente.

No necesitamos reciclarles nada, hay que compostar el capitalismo y reinventarlo todo.

Notas:

  1. Martinez-Alier, J. (2021) Mapping ecological distribution conflicts: The EJAtlas. The Extractive Industries and Society. 100883.

Miguel A. Torres Cruzaley (@MCruzaley) es internacionalista por el ITESO. Su trabajo ha estado centrado en el desarrollo comunitario, interculturalidad y alternativas económicas. Se ha especializado en la gestión, innovación y acompañamiento de empresas y proyectos de Economía Solidaria.

DESCARGAR PDF

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


No comments found.