Capítulo 2.4 Energías renovables y la extracción de minerales “críticos”

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Beatriz Olivera

Introducción

La transición energética que el mundo experimenta desde hace varias décadas ha implicado también, una creciente demanda de minerales necesarios para la producción y desarrollo de tecnologías limpias de energía. Entre ellos, minerales como el litio, cobre, indio, vanadio, níquel, plata, neodimio, molibdeno, aluminio y manganeso tendrán una demanda mayor en algunas regiones del mundo.

Diferentes proyecciones muestran que la transición energética está incrementándose a nivel global, por ejemplo, la Agencia Internacional de Energía (AIE) y la International Renewable Energy Agency (IRENA) muestran, en sus proyecciones sobre electricidad renovable, los posibles escenarios de crecimiento a nivel global. Ambas entidades concluyen que cuanto más ambicioso es el escenario, hay una mayor penetración de energías renovables en la matriz energética. IRENA señala además, que la energía renovable debe crecer a un ritmo seis veces mayor para que el mundo comience a cumplir los objetivos marcados en el Acuerdo de París e indica que las renovables pueden alcanzar o superar el 60 % del consumo de energía final total de muchos países.1

La transición energética mundial implicará, obligatoriamente, un crecimiento en la demanda de minerales. Las diferentes tecnologías de energía renovable, tales como paneles solares, turbinas eólicas y baterías, determinarán la oferta y la demanda futura de minerales. El litio, níquel, cobalto, manganeso y grafito son cruciales para el almacenamiento de energía, lo que implica el desarrollo de baterías. Los elementos de tierras raras son esenciales para los imanes de turbinas eólicas y motores, mientras que las redes eléctricas necesitan una gran cantidad de cobre y aluminio.

Para 2010, el sector energético representó una pequeña parte del total de la demanda de la mayoría de los minerales. Sin embargo, a medida que la transición energética avanza en el mundo, las tecnologías de energía limpia están teniendo un crecimiento más rápido en la demanda. Al respecto, uno de los informes del Banco Mundial2 estimó un incremento de más del mil por ciento para algunos minerales si se consideraban diferentes escenarios de modelación. Para 2020, la misma institución moderó sus números, estimó un incremento de 488% para el litio, de 494% para grafito y de 460% para cobalto, debido a la creciente demanda de tecnologías de transición energética, vehículos eléctricos y baterías para almacenamiento de energía. 

La AIE, por su parte, estima que el almacenamiento de energía para el transporte, es decir, el uso de baterías para transporte eléctrico aumentará dramáticamente para el año 2050, pasará de 4.108 Gigawatts/hora (GWh) en 2025 a 22.270 GWh en 2050. Es un hecho que la demanda de tecnología para almacenamiento de energía reclamará minerales clave como el litio. Al respecto, el portal Baystreet.ca3 sugiere que, para satisfacer la demanda futura de este mineral, al menos una nueva mina de litio deberá comenzar a operar cada año hasta 2025.

Es necesario precisar que la construcción de plantas solares fotovoltaicas, parques eólicos y vehículos eléctricos generalmente requiere más minerales que las basadas en combustibles fósiles. Por ejemplo, un automóvil eléctrico típico requiere seis veces más recursos minerales que uno convencional y una planta eólica terrestre requiere nueve veces más recursos minerales que una central eléctrica de gas,4 lo que no implica, automáticamente, que se deba dejar de apostar por el cambio tecnológico. 

La dimensión material de la transición energética

Las cifras estimadas de demanda y uso de minerales son alarmantes, pero también el que las zonas de las que se extraerá buena parte de estos recursos, además de Australia y China, serán América Latina y África, como lo especifica el Banco Mundial. 

La región de América Latina (Chile, Brasil, Perú, Argentina y potencialmente Bolivia) se encuentra en una excelente posición para suplir la transición energética global amigable con el clima. La región tiene una ventaja estratégica clave en cobre, mineral de hierro, plata, litio, aluminio, níquel, manganeso y zinc. África, con sus reservas de platino, manganeso, bauxita y cromo, también debería servir como un mercado floreciente para estos recursos

La mayoría de los minerales necesarios para alimentar la revolución renovable están concentrados en países como Australia, China y la República Democrática del Congo que controlan más de tres cuartas partes de la producción mundial de litio, minerales raros y cobalto.5 

Lo que para instituciones como el Banco Mundial representa una oportunidad, para algunos pueblos y comunidades representa una amenaza a sus territorios. La transición energética “amigable” con el clima, tal como la describen instituciones financieras internacionales, creará zonas de sacrificio para algunas comunidades y podrá convertirse en lo que ya se ha comenzado a nombrar como un “colonialismo climático”.

La discusión sobre la transición energética es amplia y debería profundizar en la comprensión del modelo extractivo bajo el cual se han instalado megaproyectos de energía renovable en la región y que impera en la extracción de los minerales necesarios para las tecnologías de transición energética.

La extracción minera generalmente se realiza bajo un modelo de apropiación de recursos naturales conocido como extractivismo, que promueve estrategias de despojo de territorios campesinos e indígenas, al amparo del mito del desarrollo; mito que, por un lado, promueve la creación de empleos y progreso, pero en la realidad, deja fuertes impactos ambientales y sociales.

El extractivismo obedece a una lógica neoliberal, propicia la acumulación por desposesión mediante la estrategia del despojo. Es semejante, dada su violencia y prácticas depredadoras, a la etapa colonialista que vivió América Latina hace varios siglos, sólo que en esta nueva etapa, las corporaciones mineras se valen del despojo legalizado, de la privatización de la tierra, de la reubicación (en realidad es desplazamiento forzado) de las poblaciones rurales, y cuya justificación son los empleos y el progreso, a veces maquillados de verde, para ejecutar megaproyectos de extracción de minerales. 

En el caso del extractivismo minero, y en mayor escala cuando se despliega como minería a cielo abierto, sus múltiples efectos negativos lo colocan como una de las actividades más destructivas a nivel ambiental y con importantes riesgos para la salud, tanto para los trabajadores como para la población más cercana a las zonas en donde se desarrollan los proyectos. Entre estos efectos se encuentran la destrucción de cadenas productivas locales, el debilitamiento de los ciclos naturales del suelo y de sus recursos, la transformación geográfica por el uso de explosivos, la contaminación de mantos acuíferos, la pauperización de la población por la limitación de opciones de trabajo, la explotación laboral intensiva y los daños irreversibles a la salud, entre otros.6

En América Latina, la minería es una actividad creciente, particularmente en países como México, Perú, Colombia, Chile y Brasil, principales proveedores de minerales al exterior. Tan sólo Brasil, México y Perú concentran 85% de las exportaciones regionales.7 La región es una de las más importantes para el desarrollo de la industria minera, en particular por las amplias facilidades fiscales y por la laxitud de los marcos legales que regulan este tipo de actividad. La tendencia de los gobiernos de América Latina ha sido atraer inversiones hacia el sector extractivo, a la par que se debilitan o crean legislaciones cada vez más laxas en materia ambiental, social y fiscal. Esto ha repercutido en una mayor presencia de proyectos extractivos mineros en la región que contribuyen a que América Latina sea, principalmente, proveedora y exportadora de materias primas hacia otras economías globales. 

Este proceso se conoce como ofensiva extractivista, definido como un “ciclo de profundo y acelerado avance de la expropiación, mercantilización y depredación de los bienes comunes naturales de la región”8. En ese sentido, la minería es una actividad paradigmática de esta nueva ola de saqueo, dependencia y recolonización, característica de las últimas décadas en los países de la región. 

En México, la minería comenzó a tener un mayor auge a raíz de la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) y, durante las siguientes décadas, ha seguido creciendo a través de concesiones y/o proyectos mineros cuyos dueños, en su mayoría, son empresas canadienses, estadounidenses y mexicanas.

En el país son bien conocidas las malas prácticas de las empresas mineras, su alto impacto al medio ambiente, particularmente en el agua y la biodiversidad, además de los impactos en la salud de las personas. Basta recordar el derrame ocasionado por la mina Buenavista del Cobre, propiedad de Grupo México, en los ríos Sonora y Bacanuchi en el año 2014, que afectó gravemente el abasto de agua en las comunidades y es considerado el peor desastre ambiental de la industria minera en México. Asimismo, están documentados los daños sociales que las mineras provocan en comunidades, por ejemplo, en Salaverna, Zacatecas, donde un pueblo entero fue desplazado a raíz de la actividad de la minera Frisco, actualmente sólo queda un puñado de familias en resistencia en la comunidad. 

Son conocidos también los impactos que ha tenido la extracción de litio en el uso del agua en países como Argentina y Chile, en el desierto de Atacama, donde el mineral se extrae a través de salmueras, lo que pone en riesgo la disponibilidad de agua para comunidades indígenas de la zona, así como para la fauna autóctona del lugar.9

Finalmente, es necesario mencionar también los conflictos que han ocurrido en la República Democrática del Congo, en África, a raíz de la extracción de cobalto. Ese país posee la mitad de las reservas de todo el planeta sin embargo, las condiciones laborales y de trabajo infantil en las que se realiza la actividad minera, documentadas por organizaciones de derechos humanos, son lamentables.10  

Conclusiones

En todo el Sur global existen conflictos y daños causados por la extracción minera. Vale la pena entonces, preguntarse si la transición energética, tan necesaria para el planeta, puede representar una nueva amenaza para los territorios en los que estos minerales existen. También es necesario cuestionar si las tecnologías limpias o renovables están propiciando un extractivismo verde y, por ende, nuevas zonas de sacrificio para unos, en aras de promover el “desarrollo sustentable” o la “descarbonización” para otros (ricos y desarrollados).      

En la discusión sobre la transición energética, no debe olvidarse que la lucha frente al calentamiento del planeta y la consecuente emergencia climática que enfrenta la humanidad demandan acciones contundentes, como reemplazar el modelo de energía fósil por energías renovables que aportan una significativamente menor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero. Pero la lógica de actuación debe ser otra, el nuevo modelo energético debe ser radicalmente diferente al modelo fósil, tenemos que aprender a repensar la forma en la que generamos, distribuimos y consumimos la energía. Mientras predomine la lógica de un extractivismo, pero ahora pintado de verde, la violencia y el despojo seguirán presentes, no importa la tecnología que se implemente. 

Notas

  1. IRENA (2018). Transformación energética mundial. Hoja de ruta hasta 2050. Disponible en: https://www.irena.org/-/media/Files/IRENA/Agency/Publication/2018/Apr/IRENA_Global_Energy_Transformation_2018_summary_ES.pdf?la=en&hash=A5492C2AAC7D8E7A7CBF71A460649A8DEDB48A82 
  2. The World Bank (2017). The growing role of minerals and metals for a low carbon future. Disponible en: https://documents1.worldbank.org/curated/en/207371500386458722/pdf/117581-WP-P159838-PUBLIC-ClimateSmartMiningJuly.pdf
  3. Baystreet.ca. The Demand for Lithium Has Companies Scrambling from the Congo to Canada. Disponible en:  https://www.baystreet.ca/stockstowatch/2493/The-Demand-for-Lithium-Has-Companies-Scrambling-from-the-Congo-to-Canada (8 de noviembre de 2017).
  4. Agencia Internacional de Energía (2020) The Role of Critical Minerals in Clean Energy Transitions. Disponible en: https://www.iea.org/reports/the-role-of-critical-minerals-in-clean-energy-transitions.
  5. The World Bank (2020). Minerals for climate action: The mineral intensity of the clean energy transition. Disponible en : https://www.worldbank.org/en/topic/extractiveindustries/brief/climate-smart-mining-minerals-for-climate-action 
  6. Ver: Azamar, A. (2018). Minería en América Latina y México: problemas y consecuencias. México: Universidad Autónoma Metropolitana. 
  7. Ver: Bárcena, A. (2018). Estado de situación de la minería en América Latina y Caribe: desafíos y oportunidades para un desarrollo más sostenible. NNUU-Cepal. 
  8. Ver: Seoane, J. (2012). Neoliberalismo y ofensiva extractivista. Actualidad de la acumulación por despojo, desafíos de Nuestra América. Argentina: Theomai, núm. 26, julio-diciembre. https://www.redalyc.org/pdf/124/12426097006.pdf  
  9. Business and Human Rights (2019). Chile: Estudio muestra los efectos negativos de la extracción de litio en el desierto de Atacama.  https://www.business-humanrights.org/es/%C3%BAltimas-noticias/chile-estudio-muestra-los-efectos-negativos-de-la-extracci%C3%B3n-de-litio-en-el-desierto-de-atacama/
  10. Ver. IISD (2018) Green Conflict Minerals: The fuels of conflict in the transition to a low-carbon economy. Disponible en: https://www.iisd.org/publications/green-conflict-minerals-fuels-conflict-transition-low-carbon-economy.

Beatriz Olivera, directora ejecutiva de Engenera, A.C. y doctorante en el Posgrado en Desarrollo Rural de la UAM-Xochimilco. Twitter: @beoliverav,  beatrix.olivera@gmail.com 

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