Ilustración original de Karel Muñuzuri
Introducción:
Del 31 de octubre al 12 de noviembre se llevó a cabo la vigesimosexta sesión de la Conferencia de las Partes (COP 26), de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), en Glasgow, Escocia. Ante la incertidumbre que supone la desaparición del clima que alguna vez conocimos, los sucesos de Glasgow reflejan, una vez más, que el colapso climático rebasa por completo las estructuras de poder que rigen y animan las relaciones internacionales.
Aunque a estas alturas sabemos que la única acción efectiva para detener el incremento de la temperatura es eliminar por completo el uso de los combustibles fósiles en los próximos 8 años, los gobiernos, corporaciones internacionales y algunas organizaciones de sociedad civil aprovecharon la plataforma de Glasgow para anunciar compromisos de reducción de emisiones mientras, de forma muy silenciosa o muy cínica y revestida de nacionalismo según sea el caso, continúan subsidiando la exploración y explotación de más hidrocarburos.1 Tan sólo en México, la construcción de una nueva refinería continúa -junto con la explotación de miles de trabajadores-, al igual que la exploración de más pozos petroleros, mientras que los subsidios indirectos a los hidrocarburos persisten. Aunque los países hagan lo que dicen -y eso es mucho decir-, las estimaciones continúan indicando que el calentamiento del planeta al final de este siglo estará cerca de los 2.4°C, es decir el doble del incremento del 1.2°C registrado desde mediados del siglo XIX.2
En el primer capítulo de esta guía describimos de forma muy breve el porqué este sistema internacional de negociaciones internacionales es insuficiente y, tal vez de forma más problemática, inadecuado para enfrentar este problema. Las COP y el Acuerdo de París no son instrumentos que busquen resolver el cambio climático, sino administrarlo para no interrumpir las estructuras de acumulación de valor del capitalismo.3 Seguir depositando nuestras esperanzas en este proceso puede producir un escenario de colapso colectivo, es decir un escenario generalizado de crisis o alternativamente una reducción con impactos mal distribuidos para humanos y no humanos. Una distribución inequitativa de la estabilidad climática, en donde quienes son devaluados por jerarquías sociales o reconocidos como “servicios naturales” se convertirán en las poblaciones y zonas de sacrificio necesarias para la descarbonización.
En este capítulo comenzaremos a abordar lo que denominamos, siguiendo a otros grupos y movimientos sociales alrededor del planeta, como las “Falsas soluciones” al colapso climático. Por falsas soluciones nos referimos a una combinación de tecnologías, políticas, programas, discursos y estrategias utilizadas por los grupos, organizaciones y el conjunto de individuos en las cúpulas de poder, a través de las cuales pretenden solucionar el problema (colapso climático) sin que nada en realidad cambie. Este proceso, al que suele calificarse como una condición post-política, sirve para eliminar todo debate sobre qué es lo que se debe hacer, al crear una apariencia de consenso que dicta lo que es posible hacer. 4
Aunque estas estrategias son distintas en enfoque y procesos, las falsas soluciones suelen tener algunas características en común: requieren de un ‘ejército’ de expertos, consultores y financiadores para diseñar sistemas complejos que permitan hacer compatible el crecimiento económico con las formas de reducir la degradación ecológica; suelen reafirmar la pertinencia del status quo en vez de cuestionarlo -por ejemplo, argumentan que si tan sólo tuviésemos un precio “correcto” para la naturaleza se terminaría el problema-; suelen emanar una arrogancia basada en el ‘ingenio’ humano, que ve a la naturaleza como una mera fuente de ‘recursos” o como un tiradero, y suelen enfocarse en soluciones casi siempre tecnológicas que, sin importar cuales sean sus riesgos, sirven para descalificar todo tipo de alternativas y modos de vida que, aunque sean más ‘ecológicos’ o ‘sustentables’, cuestionan las estructuras de acumulación básicas del capitalismo.
Estas son tan sólo algunas de las características que estas estrategias tienen en común, que suelen agruparse en conceptos paraguas más amplios como desarrollo sustentable, crecimiento o economía verde e incluso capitalismo verde. Como editores de esta guía, consideramos que denunciar las falsas soluciones es casi tan importante como dejar los combustibles fósiles en el subsuelo. Como decimos en México, es muy fácil que ‘nos den gato por libre’. Algo que vemos que sucede muy a menudo con los nuevos movimientos por el clima es que demandas radicales, como el slogan ‘cambiemos el sistema no el clima’, terminan por ser ocupadas por propuestas tecnocráticas y por, precisamente, las mismas estructuras de poder que buscan destituir o eliminar. Estas suelen apropiarse del lenguaje radical, vaciar conceptos de su contenido transformador y utilizarlos para promover su propia agenda (pensemos en términos como transición energética ‘justa’ o responsabilidad corporativa).
Informarnos, comprender y producir argumentos de por qué estas no solo no son soluciones al problema, sino que sirven para enraizar aún más los regímenes de poder que animan al capitalismo global y hacernos perder tiempo en un momento crítico , es un esfuerzo colectivo. Así, diseñar un futuro más justo y menos caliente empieza por nuestra capacidad de aprender cuales son los instrumentos que pueden llevar a un cambio y cuáles pueden ser utilizados en nuestra contra.
El contenido de este capítulo
En la primera de dos partes, Luca Ferrari, Miguel Ángel Torres, Manuel Llano, Beatriz Olivera y Claudia Campero abordan cinco temas que reflejan bien las estrategias de las falsas soluciones y la importancia de denunciarlas como tales. Luca Ferrari identifica la imposibilidad de mantener el crecimiento económico de forma infinita en un planeta finito. Aunque parece algo obvio, la estrategia del Crecimiento Verde ha sido esencial para mantener la legitimidad del discurso de las falsas soluciones y argumentar que es posible disociar el crecimiento económico de las emisiones de GEI o inclusive del impacto material. Por su parte, Miguel Ángel Torres aborda el problema de la circularidad, demostrando que no solo no es posible transitar a una Economía Circular, sino que igual que el crecimiento verde, se utiliza como una estrategia para contrarrestar demandas y bloquear acciones tan radicales como necesarias, a través de estrategias simplistas como el reciclaje.
En seguida, Manuel Llano nos recuerda que el proceso de la transición energética no es tan simple como suele presentarse. La transición, guiada por principios financieros y tecnocráticos, ha promovido el despliegue de Megaproyectos de Energías Renovables que constituyen una estrategia para acomodar, espacial y temporalmente, sobreacumulación del capital y, al mismo tiempo, constituyen una reconfiguración del espacio con importantes impactos socioecológicos que deben ser reconocidos. En este tenor, Beatriz Olivera identifica los impactos de la minería asociada y necesaria para la transición energética. Recuperando el concepto de Minerales ‘Críticos’ para la Transición Energética, ella nos demuestra cómo la enorme demanda de litio, cobre, cobalto, níquel y otros metales y tierras raras producirá nuevas zonas de sacrificio y reconfigura las estructuras geopolíticas, inaugurando una nueva forma de colonialismo climático o un extractivismo verde en nombre de una transición energética baja en carbono.
Finalmente, Claudia Campero vuelve al tema de la energía, esta vez para analizar los impactos de tecnologías como las grandes presas Hidroeléctricas y el discurso utilizado para ‘limpiar’ o ‘enverdecer’ el gas natural. Este último, que ha sido catalogado como un combustible de transición o un combustible menos contaminante, es hoy uno de los principales problemas territoriales en el continente americano, a través del uso de tecnologías como la fractura hidráulica o Fracking. En este capítulo, Claudia demuestra no sólo los impactos socioecológicos de su extracción, sino las estrategias discursivas y del lenguaje que permiten ‘limpiar al gas de su alto impacto climático’.
Esta es la primera de dos partes, que esperamos sea una forma efectiva de comenzar a identificar estrategias, formas de organización y tácticas con las que operan las falsas soluciones.
Notas
Carlos Tornel y Pablo Montaño
Ciudad de México y Guadalajara, Jalisco. Noviembre de 2021
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