Capítulo 4.2: Herramientas para la Convivencialidad

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Herramientas para la Convivialidad, uno de los libros más influyentes de Iván Illich, nos apunta hacía nuevas direcciones para la construcción social de alternativas. La convivialidad no se trata de una fiesta o un encuentro gozoso, como sería el uso habitual de la palabra. Illich lo ofreció como “un término técnico para designar una sociedad moderna de herramientas responsablemente limitadas.” Al hablar de las herramientas en vez de las relaciones sociales entre las personas, nos lleva a enfrentar los retos más contundentes de la vida actual: las crisis multidimensionales – social, económica, y ambiental – que la sociedad “globalizada” no es capaz de comprender, ni mucho menos movilizarse para revertir. Estas herramientas son las piezas y las políticas claves para forjar otras formas de vivir, con una nueva relación hacia el planeta, que nos permitiría enfrentar y superar las múltiples crisis que enfrentamos pues se fincan en una necesaria transformación de la organización social para avanzar hacia la austeridad. Esta austeridad sería “una virtud que no excluye todos los placeres, sino aquellos que distraen o destruyen las relaciones personales.” Es una nueva actitud hacia la vida y el planeta, una actitud obligada por las profundas crisis que estamos enfrentando.

¿Cómo avanzar? ¿Cómo prepararnos para esta nueva relación con el planeta? Illich no planteaba estas preguntas de manera operativa. Él tenía en mente los mismos retos que los organizadores de este libro, de esta “Guía crítica ante la crisis civilizatoria”. La convivialidad es una plataforma para forjar una nueva sociedad, una que trasciende las profundas limitaciones de nuestro mundo actual, para avanzar hacia un mundo de comunidades post-capitalistas que requerirían “una inversión de nuestras instituciones actuales y la sustitución de las herramientas industriales por herramientas conviviales.” Hablando de herramientas industriales, él insiste en abandonar no sólo sus fierros y sus máquinas, sino también la lógica de una racionalidad orientada hacia la maximización de ganancias, el principio y el fin de las decisiones de los actores que hoy parten de las “falsas soluciones” presentadas al principio de esta guía. Plantearnos abandonar estas herramientas industriales, implica no sólo reorganizar nuestras formas de producción, sino de vida y de relaciones entre nosotros. ¿Cómo haríamos para crear y organizar nuestras comunidades? Depender menos de la capacidad del mercado para atender nuestras necesidades, y de plano, reconsiderar exactamente qué son y si existen esas necesidades. Sin embargo, aún antes de empezar esta reflexión, sería fundamental definir el cómo podríamos aprender lo que sería requerido para establecer, o reestablecer, un equilibrio con nuestro entorno, el territorio y, por supuesto, el planeta.

La austeridad de que habló Illich no podría limitarse a nuestro actuar como individuos, ya que nuestra realidad es colectiva. Se generan falsas soluciones en mundos –mercados– donde nos aíslan, separándonos de otros con quienes podríamos colaborar forjando comunidades colaborativas. Al tornarnos colectivos, nuestro actuar tendría que reconsiderar de quién y de qué dependemos. Un primer paso –muy difícil– sería el de darnos cuenta que nuestra realidad funciona porque la naturaleza –el ‘medio’ ambiente– generosamente nos ofrece muchas cosas sin que las sepamos apreciar. Pero, ¿cómo aprender de esta dependencia o tratar de entenderla?

En México somos afortunados, porque hay muchos pueblos que han guardado conocimientos ancestrales, incorporándolos en tradiciones, en ceremonias, en rituales, y en costumbres que son parte esencial de sus cosmovisiones. Aunque no fueron centrales en la reflexión de Illich sobre cómo identificar e integrar las herramientas de la convivialidad, para sus lectores, era claro que entendía esta riqueza, el acervo que había facilitado la permanencia y la resistencia de estos pueblos frente a los embates del colonialismo y de las instituciones posteriores, incluyendo el racismo, el machismo, el extractivismo, y la corrupción de la sociedad actual. Hoy en día, están reclamando esta herencia, forjando organizaciones que los apoyan, fortaleciendo sus instituciones, su capacidad de gobernar y defendiendo sus territorios. Están organizándose como una fuerza dinámica que demuestra la variedad de caminos que podríamos emprender para explorar las posibilidades de una auténtica convivialidad.

La enseñanza de otros mundos

Lo que nos están enseñando es que una sociedad convivial sería el resultado de acuerdos sociales que garanticen a cada miembro un acceso amplio y libre a las herramientas de la comunidad y que limiten esta libertad sólo en favor de la misma libertad para los demás miembros. En este mundo se debe buscar un equilibrio entre las personas, sus herramientas y la colectividad. La clave de este debate es una comprensión diferente de las herramientas, los instrumentos y las instituciones para consensuar el cómo se logran satisfacer las necesidades, beneficiando a las personas y a las sociedades con respeto al planeta. Al avanzar en este programa, sería central una ética de la libertad, arraigada en la interdependencia, en lugar de la valoración atomista de la sociedad contemporánea, tan estrechamente vinculada con la dinámica competitiva impuesta por la actual sociedad individualista de clases.

Habrá que aprender de las comunidades que han avanzado en este camino – los zapatistas, las sociedades indígenas en sus Territorios de Vida, La Vía Campesina , el Tejido Global de Alternativas y algunos grupos construyendo economías solidarias (e.g., Community Supported Agriculture en muchos países y, en la Ciudad de México: La Feria Multitrueke Mixiuha). Estas experiencias involucran mucho más que una separación del estado; es un esfuerzo para lograr cierta independencia, para traducir en realidad sus demandas de autonomía para gobernarse a sí mismos, para crear nuevas instituciones que permitan una participación democrática genuina y compartir las tareas de gobierno. Esto se ve facilitado cuando asumimos el control sobre un territorio, una región con la que nos identificamos e, idealmente, sobre la que podemos plantear un reclamo histórico. La consolidación de la administración colectiva del territorio implica la reivindicación o el reconocimiento de los bienes comunes como una institución, una herramienta, si así se desea, que transforma a los individuos en una colectividad deliberativa, en grupos que toman el control de sus vidas y de las fuentes que permiten su subsistencia y la conservación de sus entornos, los otros elementos vivos y fijos que hacen posible la vida en comunidad.

Los bienes comunes son una importante fuente de apoyo e inspiración para esta transformación. Un área física donde la comunidad puede mantenerse a sí misma, un espacio histórico con el que puede identificarse y un espacio institucional que le permite establecer nuevas relaciones, facilitando la capacidad de las personas para apoyarse mutuamente, ampliando así las posibilidades de la convivialidad. En su defensa de los bienes comunes, las comunidades enfrentan el reto de revertir las tendencias históricas de desintegración social y devastación ambiental, así como el avance de los nuevos modelos de expropiación o apropiación mediante el mercado o el robo descarado (por ejemplo, el acaparamiento de tierras y agua) facilitados por el uso pervertido de las instituciones hegemónicas. Estos conflictos se están convirtiendo en una parte cada vez más importante de la dinámica anticapitalista, definida y promovida por la «acción comunitaria» (commoning). Estos mismos procesos defensivos están intensificando su compromiso con un propósito común, generar una renovada capacidad para forjar alianzas con otras comunidades, con el fin de expandir las áreas de influencia y así lograr una mayor capacidad para proponer nuevas formas de gobierno, de convivialidad. Por supuesto, estas comunidades y sus nuevas instituciones también están llevando a la práctica nuevas formas de vida, más compatibles con las exigencias de los límites planetarios y las posibilidades de organizarse como biorregiones (ecosistemas).

Deberíamos enumerar las múltiples experiencias que están brotando para traducir esta palabra en realidad. Empezaríamos con darnos cuenta que están superando las perspectivas de una sociedad que se dice superior, de un modelo tecnológico que se reclama necesario para enfrentar los retos de las crisis que enfrentamos actualmente. Es precisamente esta visión jerárquica que refleja la historia de conquista y de dominación, de transformación productiva y concentración de poder y riqueza financiera, con sus propuestas interminables de “falsas soluciones”, que nos ha colocado en el centro de una serie de crisis multidimensionales; no vale la pena enumerar o describir sus componentes porque en fin de cuentas todos están íntimamente interrelacionados. Como respuestas, las nuevas experiencias están brotando en todas partes, de manera parcial y con aspiraciones para ser más englobantes, abarcadoras. La abundancia de la literatura sobre la conservación del patrimonio biocultural se enriquece con la exuberancia de los relatos de las experiencias concretas en los ámbitos urbanos y periurbanos.

La convivialidad como la clave de un nuevo mundo

Hoy en día hay mayor interés y reconocimiento del significado de esta convivialidad que hace medio siglo, cuando se articuló por primera vez. En todo el mundo, grupos diversos están tomando las riendas de su futuro. Ya no se dejan engañar por las promesas de un futuro próspero de crecimiento económico perpetuo; están surgiendo innumerables iniciativas en búsqueda de alternativas. Si bien algunas son un producto ilusorio de abstracciones idealistas, muchas se fundamentan en intentos más realistas para aprender de su legado histórico, adecuando estas lecciones a las circunstancias concretas a las que se enfrentan en la actualidad. Las comunidades participan activamente en diálogos productivos con otras, tanto local como globalmente, fortaleciendo alianzas y redes que permitan superar las limitaciones de los ecosistemas individuales y de pequeño tamaño. De esta manera, están «reapropiándose» de la comunidad, integrando una historia de trabajos y conocimientos colectivos, consolidando el bienestar de sus sociedades, sustituyendo el interés por los beneficios con programas que tienden a fortalecer sus instituciones y conservar sus ecosistemas.

Estas numerosas iniciativas para construir y reconstruir comunidad, que van más allá de la resistencia contra las fuerzas del mercado global, son ejemplos de pueblos que buscan y forjan nuevas alternativas. En lugar de la escasez, definen nuevos objetivos convivenciales: poner la producción y las instituciones al servicio de la colectividad, al mismo tiempo que garantizan la salud de su entorno natural. El reto y la tarea para la expansión de la sociedad convivial es reconocer sus posibilidades y empoderar a las futuras generaciones con las herramientas para acelerar su construcción.

David Barkin es profesor distinguido de economía en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, México. Fue miembro fundador del Centro de Ecodesarrollo en 1974, por lo que recibió el Premio Nacional de Economía Política. En 2015, recibió el Premio Georg Forster para la investigación relacionada con el clima de la Fundación Alexander von Humboldt en Alemania. Entre sus libros anteriores se encuentra Wealth, Poverty and Sustainable Development (1998); Innovaciones Mexicanas en el Manejo del Agua (2001), y La Gestión del Agua Urbana en México (2006). Su ensayo Riqueza, Pobreza y Desarrollo Sustentable es un ensayo bilingüe que circuló ampliamente, y que está disponible para descargar gratis en Internet. Sus libros más recientes son: De la Protesta a la Propuesta: 50 años imaginando y construyendo el futuro y La Tragedia Ambiental en América Latina y el Caribe. barkin@correo.xoc.uam.mx

Bibliografía sugerida:

Aguilar Gil, Yasnaya Elena. (2020) manifiestos sobre la diversidad lingüística. México: Almadía Ediciones.

Boege Schmidt, Eckart 2021. Acerca del concepto de diversidad y patrimonio biocultural de los pueblos originarios y comunidad equiparable: Construyendo territorios de vida con autonomía y libre determinación. México: INAH-Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Danowski, Deborah y Viveiros de Castro, Eduardo (2015). Ha Mundo por vir? Ensaio sobre os medos e os fins. Florianopolis: Cultura e Barbarie-Instituto Socioambiental. (Disponible en inglés, The Ends of the World, de Polity Press)

de la Cadena, Marisol (2020). “Cosmopolítica indígena en los Andes: Reflexiones conceptuales más allá de la «política”. Tabula Rasa, (33), 273-311.

Esteva, Gustavo (2014) “Commoning in the New Society” Community Development Journal, 2014, vol. 49.

Helfrich, Silke y Bollier, David (2021) Libres, Dignos, Vivos: El poder subversivo de los comunes. México: Bajo Tierra.

Illich, Iván (1973 [1978]) La convivencialidad. Barcelona: Virus. Disponible en: https:// www.ivanillich.org.mx/convivencial.pdf.

Pérez Ruiz, Maya Lorena y Arturo Argueta Villamar (2020) “Etnociencias, interculturalidad y diálogo de saberes en América Latina. Investigación colaborativa y descolonización del pensamiento”. Cultura y Representaciones Sociales. 14(28):233-239.

Toledo, Víctor M. y Benjamín Ortiz-Espejel (2014) México, Regiones que Caminan Hacia la Sustentabilidad: Una geopolítica de las resistencias bioculturales. Puebla: Universidad Iberoamericana.

Tosepan Titataniske (2017) Códice Masewal: Plan de Vida: Soñando los próximos 40 años. Cuetzalan, Puebla: Tosepan Titataniske, 2 tomos.

Villoro, Luis (2015) La alternativa: Perspectivas y posibilidades de cambio. México: Fondo de Cultura Económica.

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