Introducción

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Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Antonio Machado

Vivimos en tiempos de colapso. La mayoría de la población del planeta experimenta de forma cada vez más evidente cómo las acciones de una minoría han transformado drásticamente nuestra realidad. El colapso del clima que conocimos está asociado con el derrumbe de las instituciones democráticas y los sistemas económicos y políticos de  gobierno (como el estado de bienestar) que conocíamos, el rompimiento del tejido social y la instauración de una “larga emergencia” a causa de la pandemia por la COVID-19, en la que el encierro forzoso es sólo la más reciente manifestación. Todas estas crisis se manifiestan de forma concurrente, pero tienen su origen en el colapso de las estructuras modernas, es decir, las estructuras inauguradas con el eurocentrismo y la institucionalización de las estructuras civilizatorias:

“El mundo entero está inmerso en la “larga emergencia”. Múltiples crisis socioeconómicas y políticas a partir de la década de 1990, que explotaron en 2008, produjeron condiciones insoportables para millones de personas en todo el mundo. Ante catástrofes convergentes, la minoría de la élite lucha por asegurar sus privilegios, mientras la mayoría de las personas experimentan los efectos devastadores del momento actual. Hambre, violencia, encarcelamiento, brechas de riqueza y de ingreso, guerras inmanejables, y el colapso de las normas e instituciones democráticas demuestran, además, cómo los intentos de abordar estos problemas mediante mayores dosis de soluciones probadas en el pasado están condenados a fracasar desde el principio. Numerosos estudiosos sostienen que el mundo ha llegado a un ‘punto de no retorno'”.*

Está ante nosotras un momento de cambio sin precedentes, donde el futuro es cada vez más incierto. Lo que alguna vez conocimos ha dejado, progresivamente, de funcionar o existir: la democracia se desmantela democráticamente, conceptos como el Estado Nación o el “Estado de Bienestar”, en crisis durante décadas, llegan a sus límites, mientras que el sistema neoliberal, que no se recuperó del todo desde la crisis global de 2007-2009, continúa avanzando como un muerto viviente. Su andar sin rumbo es posible en gran medida gracias al énfasis con el que su discurso ha penetrado a lo más profundo de nuestra identidad. Nos han convencido de que el origen de los problemas que enfrentamos (el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la pobreza y la desigualdad, entre otros) surgen del aumento de la población, del egoísmo, la competitividad y la individualidad, características -nos machacan- inherentes a la naturaleza de esa creciente población humana o, incluso, sugieren que estos problemas tienen su origen en la mala o incompleta implementación del libre mercado y por la presencia de otras formas de organización, distintas a las dictadas por el poder político y económico global.

Desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, el lema no hay alternativa (TINA -There Is No Alternative- por sus siglas en inglés) se ha mantenido como el único mantra. Parece entonces que no queda de otra más que probar suerte con el modelo capitalista/neoliberal. A veces, parece efectivamente que son pocas nuestras alternativas ante el colapso: en la última década, más y más líderes autoritarios han surgido alrededor de todo el planeta, se han instaurado regímenes populistas que, a través del miedo, el nacionalismo, la amenaza de una entidad ajena o externa (sean inmigrantes o moléculas de CO2) han instituido aparatos políticos que buscan legitimar un estado perpetuo de emergencia y han acelerado el extractivismo y el despliegue de megaproyectos, entre otras acciones. Enfatizando que uno de los caldos de cultivo de esta crisis climática es una crisis generalizada de imaginación. A fin de cuentas, aunque sus propuestas sean progresistas o socialmente inclusivas, terminan ejerciendo distintas formas de violencia, que son inherentemente necesarias para mantener los flujos de materiales y energía, siempre crecientes, que demanda el modelo de extracción capitalista globalizado. 

Decía ya hace algunas décadas el filósofo marxista estadounidense Frederick Jameson, “es más fácil imaginar el fin del mundo que imaginar el fin del capitalismo”. Esta frase resuena, tal vez con más fuerza que antes: mientras que las crisis se acentúan -la desigualdad ha alcanzado niveles sin precedente histórico y décadas de inacción climática han dejado una ventana de oportunidad muy reducida.

Elon Musk y Jeff Bezos, dos de las personas más ricas del 1%, han inaugurado una nueva carrera espacial en busca de abandonar el planeta. Sus acciones demuestran las obscenas dimensiones de la frase de Jameson: es más fácil abandonar al 99% del planeta en ruinas que transformar el sistema que las produjo…

No será una sorpresa para muchas personas reconocer que el extractivismo ha cobrado una dimensión ontológica distinta. Para muchos académicos la expansión del extractivismo a casi todas las aristas de nuestra vida inaugura una nueva forma de operación del capitalismo. Las tecnologías que permiten la organización logística instantánea, la extracción de minerales y el consumo de energía de forma inmediata e interconectada, en un sistema de operaciones globales que va desde el fondo del océano hasta la exploración y explotación interplanetaria, se suma a nuevas formas de extracción de datos, de información digital y a la vigilancia, en donde las personas se convierten en materia prima. En efecto, nuestras vidas e identidades en el capitalismo de las plataformas se asemejan a las formas de operación de la industria minera. Tan es así que el extractivismo hoy ha dejado huella en aproximadamente 97% de la superficie del planeta. No es una sorpresa que ya hay quienes reconocen a nuestra época, no como el Antropoceno (la época del hombre), sino como el Capitaloceno (la época del capital).

En un contexto en donde todo lo sólido se desvanece en el aire, la necesidad de encontrar una alternativa a la qué sujetarnos se vuelve esencial. Cada vez más experimentamos la realidad como un síntoma de agotamiento, como un llamado desesperado a la acción y a la urgencia. Pero la mayoría somos incapaces de lidiar con la complejidad, la dimensión, escala y temporalidad del colapso, nos cuesta trabajo imaginar, diseñar y echar a andar acciones políticas, económicas, sociales y culturales necesarias para pensar un futuro distinto. Nos cuesta trabajo porque nadie nos educó para eso. Nos cuesta trabajo porque el encuadre del problema siempre parece quedar demasiado lejos, demasiado grande para nuestro campo de incidencia. En cambio, se nos dice que tenemos que asumir la responsabilidad de nuestros actos como “humanidad” y que el “cambio está en nosotras” en nuestras acciones…

Aunque esto es parcialmente cierto, el problema es que las herramientas que tenemos a nuestra disposición han sido diseñadas por quienes se benefician de que todo permanezca igual: el consumo “responsable”, las acciones individuales, los cambios de hábitos, dejar de comprar ciertas cosas, etcétera se promueven como acciones transformadoras, cuando en realidad conducen al aislacionismo, la hiperindividualidad, la depresión y la ansiedad que hoy se manifiestan en una Sindemia globalizada. Nos adiestraron en el pensamiento unidireccional, en la idea de que el mundo es uno y sólo uno y que se vive de manera individual, guiadas por la competencia, el mérito y las leyes de la escasez. Se nos enseñó que hay recursos y servicios naturales, no naturaleza, y que nuestra responsabilidad es “gestionarlos” y asignarles un precio, no cohabitar. Así, aunque las crisis socioecológicas se acentúan, si contamos con el intelecto humano y su prometeica relación con la tecnología, no tendremos de qué preocuparnos, pues tarde o temprano encontraremos una solución tecnológica al problema, una salvación.

Nuestra intención es mostrar no sólo que existen alternativas, sino que ¡son muchas! Estas nos ofrecen distintas formas de evitar las falsas dicotomías que propone el capitalismo verde y las falacias pesimistas del ser humano-virus, incapaz de replantear su relación con su sustento de vida. Buscamos aquí reflejar las formas en las que muchas comunidades y grupos, en distintas geografías y con capacidades y propuestas diversas, han logrado diseñar sociedades que se apartan de la lógica de TINA (No Hay Alternativa) y parten de la de TAPA (There Are Plenty of Alternatives – hay muchas alternativas). Alternativas que, más que proponer formas de reducir emisiones, nos invitan a repensar las formas en las que vivimos, habitamos, convivimos y hasta en las que entendemos nuestra relación con el entorno. 

Las Negociaciones Internacionales sobre el Clima  

En 2018, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en Inglés) publicó el reporte especial sobre calentamiento global en 1.5°C (SR1.5), el cual detalla que el tiempo para tomar acciones antes de que el calentamiento llegue a un punto irreversible es muy acotado: apenas 12 años. Ante el enorme sentido de urgencia y la desesperación dada la inacción de gobiernos y empresas a nivel global, nuevos grupos ambientalistas tomaron las calles en protesta. Greta Thunberg movilizó a millones de personas, principalmente jóvenes, mientras que movimientos como Extintion Rebellion (XR) llamaron a la desobediencia civil. Al mismo tiempo, se prestó más atención a las comunidades y pueblos, la mayoría de ellos indígenas, que se encuentran enfrentando la extracción, bloquean la construcción de infraestructura que nos condenaría a seguir quemando combustibles fósiles durante décadas y son quienes más sufren las principales formas de violencia del sistema económico extractivo y depredador.

Tan es así que el número de asesinatos a defensoras y defensores ambientales ha ido a la alza durante la última década, alcanzando la cifra de 227 en 2020. De ellos, 30 sucedieron en México, lo que a su vez representa un aumento de 67% respecto al año anterior. Asimismo, el número de conflictos socioecológicos distributivos -aquellos que surgen por el aumento en el consumo de minerales y energía, la producción de desechos y su inequitativa distribución- reflejan la existencia de distintas formas de ver y valorar el mundo. Impulsados por la incontrovertible evidencia y ante los claros fracasos de las Conferencias de las Partes (COP) 24 y 25 de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC), en Polonia y Madrid respectivamente, dichos movimientos comenzaron a organizarse para tratar de presionar a los gobiernos a tomar acciones más contundentes. Sin embargo, la pandemia de la COVID-19 durante 2020 y 2021 ha menguado mucho del impulso y desacelerado estos movimientos.

En este contexto, se llevará a cabo la COP26. Esta ha sido descrita como “la última oportunidad” de las Naciones Unidas para tomar acciones contundentes y la que se llevará a cabo en la “década de la acción.” Al ser la primera conferencia bajo el periodo de implementación del Acuerdo de París (2020-2030), las expectativas son grandes. Tanto, que muchos países han expuesto sus compromisos de reducción de emisiones netas cero para el 2050. Asimismo, en agosto de 2021, el IPCC publicó el Sexto Reporte General del Estado del Cambio Climático (AR6), en el que reveló que los efectos del calentamiento han avanzado más rápido de lo previamente estimado, lo que redujo el tiempo de acción a cuatro años.

A pesar de estos compromisos y de la abrumadora evidencia de los orígenes, impactos y consecuencias del cambio climático (las emisiones se han incrementado 65% desde la primera vez que los países se sentaron a negociar), las acciones necesarias para reducir estas emisiones no sólo no se han implementado, sino que han sido pospuestas o desvirtuadas gracias al uso de un doble discurso que permite aparentar acción sin cambiar nada en realidad. Es a través de este doble discurso que países, empresas y corporaciones internacionales, con el apoyo de algunas organizaciones de sociedad civil, han utilizado las negociaciones internacionales para -con el uso de conceptos como desarrollo sustentable, crecimiento o economía verde-  legitimar un sistema que busca mantener a toda costa el crecimiento económico, la acumulación y desposesión a través del extractivismo; reducir los procesos deliberativos y de toma de decisiones a la gestión de expertas y expertos y apostar a que la tecnología y las innovaciones nos sacarán de cualquier embrollo en el que el sistema nos meta… ¡Sin que ninguno de estos componentes tenga que cambiar! 

Dicho de otra forma, este régimen internacional no ve al cambio climático como un problema global resultado de una larga historia de extracción de ‘trabajo’ y ‘valor’ no remunerado de la naturaleza, las minorías racializadas y las mujeres, que amenaza la vida de millones de humanos y no humanos, o como las consecuentes devastaciones ecológicas por perseguir un modelo de crecimiento económico lineal y desarrollo industrializado. Todo lo contrario, para ellos el cambio climático es una falla del mercado, algo que puede ser resuelto por y con las mismas estructuras, instituciones y sistemas de pensamiento que nos condujeron al borde del abismo. 

El propósito y el contenido de esta guía

El documento que tiene frente a usted no pretende legitimar o revivir las esperanzas en las negociaciones internacionales sobre el clima, sino incitar a la acción, la protesta, la resistencia y la denuncia de lo que llamamos -igual que otros movimientos y organizaciones- “las falsas soluciones”. Nuestra intención es demostrar cómo las falsas soluciones constituyen el doble discurso del cambio climático, la forma en la que operan y las estrategias discursivas que utilizan para dividir movimientos, retrasar acciones significativas y obstaculizar los esfuerzos para demandar acciones más contundentes. Hacer nuestra parte ante la clara ‘captura’ que gobiernos y corporaciones internacionales hacen de estos procesos y que el trabajo de algunas organizaciones legitiman los instrumentos que les permiten comprar indulgencias y continuar con sus actividades contaminantes. 

Esta guía busca nombrar, analizar y denunciar cada una de estas falsas soluciones, con el fin de proponer visiones alternativas que nos permitan no sólo entender la crisis climática como el síntoma de una crisis civilizatoria, sino ver más allá de las instituciones, ideas y formas de comprender el mundo que limitan nuestras acciones a las soluciones dictadas por el libre mercado. La mayoría de estas “soluciones” se pueden caracterizar como soluciones tecnológicas no probadas, todas ellas pretenden abordar la crisis climática, pero evitan lidiar con los factores subyacentes que nos metieron en este lío: las economías de la codicia y el acaparamiento, el crecimiento sin fin, el acaparamiento de tierras por parte de las empresas, la erosión de la biodiversidad y la explotación de la vida.

Cada una de las entradas de esta guía se publicará de manera periódica en el sitio http://solucionesfalsas.org y tendrá un triple propósito: a) identificar cuál es el estado de la crisis civilizatoria y cómo se vincula con el colapso climático que enfrentamos, b) documentar y evidenciar las falsas soluciones que propone el régimen hegemónico y  c) mostrar alternativas a este modelo que pueden surgir desde la recuperación de los ámbitos comunes, la lucha por el territorio y las reformulación de una buena vida, más allá del desarrollo. 

Esta guía es mucho más que una denuncia, busca articular, a través de una serie de apartados, las posibles formas en las que podemos comenzar a organizarnos para resistir, recuperar o crear nuevos ámbitos de comunidad, para poner el cuidado en el centro, en vez de la competencia, para ver en nuestros ámbitos la convivialidad, en vez de la escasez, y para, como dicen las compas zapatistas: “diseñar un mundo en donde quepan muchos mundos”.

La concreción ha sido posible gracias al trabajo conjunto con la Fundación Heinrich Böll en la Ciudad de México. Esta guía es el resultado del trabajo y colaboración de varias personas y grupos que, de una u otra forma, mantienen un trabajo activo en el territorio, en sociedad civil o en la academia que busca solidarizarse con las comunidades que habitan en los frentes de lucha, resisten el avance del extractivismo, de la construcción y operación de infraestructura para la quema de combustibles fósiles. Buscamos que este trabajo se solidarice con sus luchas y con sus causas. Que junto con Machado, como se menciona en el epígrafe, caminemos y hagamos camino al andar conjunto, en resistencia. 

Carlos Tornel y Pablo Montaño

Durham, Reino Unido y Guadalajara, Jalisco

Octubre de 2021.

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* Ver: Esteva, G. 2021 “Amistad, esperanza y sorpresa: las claves de la nueva era” Conferencia inaugural pronunciada el 15 de junio de 2021 en el 8º Foro Sur-Sur sobre Sostenibilidad: “El mundo entero está inmerso en la “larga emergencia”. Múltiples crisis socioeconómicas y políticas a partir de la década de 1990, que explotaron en 2008, produjeron condiciones insoportables para millones de personas en todo el mundo. Ante catástrofes convergentes, la minoría de la élite lucha por asegurar sus privilegios, mientras la mayoría de las personas experimentan los efectos devastadores del momento actual. Hambre, violencia, encarcelamiento, brechas de riqueza y de ingreso, guerras inmanejables, y el colapso de las normas e instituciones democráticas demuestran, además, cómo los intentos de abordar estos problemas mediante mayores dosis de soluciones probadas en el pasado están condenados a fracasar desde el principio. Numerosos estudiosos sostienen que el mundo ha llegado a un ‘punto de no retorno.’”

☨ Ver: Mezzadra, S. & Neilson, B. (2019) The Politics of Operations. Excavating Contemporary Capitalism. Durham & London. Duke University Press; Arboleda, M. (2020) Planetary Mine. Territories of Extraction under Late Capitalism. London & New York. Verso;.

♱ Para un análisis detallado del proceso de las negociaciones internacionales, ver el Capítulo 1 de esta guía. 

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